Mímesis y comprensión
Esta antología personal de Osvaldo Bossi recorre siete de sus libros en más de veinte años de trayectoria.
POR VITORIA SCHCOLNIK
Casa de viento de Osvaldo Bossi es el quinto título de la editorial cordobesa Nudista, que se fundó en junio del año pasado y empieza a posicionarse como difusora de escritores, especialmente poetas, de voz actual más que canónica. En este caso, se trata de una antología seleccionada por el propio autor que cuenta además con un disco en donde se oye a Bossi leyendo gran parte de sus poemas. La antología personal, este es el subtítulo, recorre siete libros: el primero, Del coyote al correcaminos de 1988 y el último, Ni la noche ni el frío, inédito. Son más de veinte años de poesía, un trayecto que sin duda ya ha dejado su marca en la voz colectiva de la poesía contemporánea argentina. Cuenta Bossi en la nota autobiográfica que acompaña los poemas, cómo la precaria conciencia que pudo haber tenido de niño se despertó con la escritura, de “letra redonda y pareja pero llena de faltas de ortografía”. Como si lo primero que lo instituyera, más que la madre o el padre, fuera el hecho de escribir y mirar el mundo como un calígrafo. El mismo dice: “Escribía (...) como si vivir no alcanzara. Como si entre las cosas y yo hubiera siempre un cristal que me permitía verlas de otra manera, pero nunca (y esto parecía definitivo) como el resto de las personas”. Todos sus libros vuelven, sin revelarlo, a este momento antes de la bifurcación, en donde infancia y escritura eran la misma extraña materia.
Sensibilidad
Bossi tiene la capacidad de mimetizarse con la mirada que podría tener un adolescente que ha visto y vivido más de la cuenta para sus años, y entonces desarrolla una manera sensitiva para comprender con rapidez a los otros, poder ubicarse, pero inevitablemente queda expuesto a recibir el cariño o el desdén del otro, porque hay una ignorancia previa, que es el desconocimiento de un amor nunca interferido. “Sólo quien da la herida / trae su alivio. Deberíamos yacer / toda la noche, uno al lado del otro, / al fin los dos en este mundo”, dice en uno de los poemas de Tres (1997). Muchas veces aparece esta ilusión o pedido de ser sólo dos, en este mundo siempre tripartito. Sea el otro físico, idílico o fantasmal, siempre el amor se divide en tres y no en dos, siempre está la huida antes que la permanencia, incluso en sus libros posteriores como Esto no puede seguir así (2010): “Pero no hay, no habrá nunca / un poema que guarde lo inmenso, / lo desolado que se vuelve este mundo / cada vez que mi amigo / cierra los ojos y se duerme.”
El lo sabe, sabe que es diestro para proliferar esta poesía de humor y ternura, y de una desdicha tranquila que acompaña los versos como si fuese la maza de piedra invisible en donde ellos descansan. Así lo dice: “a veces con lucidez aterradora, y otras / como dos niños sumidos en la gracia”. Sólo él sabe si esta encrucijada poética es una apuesta estilística o el único alivio para poder seguir escribiendo.