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domingo, 8 de agosto de 2010

Medios, arte y acontecimiento

– Construir una teoría del acontecimiento no es una tarea nueva para usted. No obstante, en El Pliegue esta teoría llega a su forma más acabada, especialmente a través de la confrontación que usted presenta entre Leibniz y Whitehead. Es difícil resumir en estas líneas los componentes y condiciones que usted atribuye al acontecimiento. Baste decir que habla usted en términos de extensión, de intensidad, de individuo, de prensión, para dar idea de que los acontecimientos a los que se refiere no son los mismos que persiguen los periodistas y los media. Entonces, ¿qué captan los media cuando “fijan el acontecimiento”? ¿En qué condiciones podrían los media llegar a lo que usted llama “acontecimientos”?

– No creo que los media tengan recursos suficientes o vocación de acceder a un acontecimiento. De entrada, muestran casi siempre el principio o el fin, mientras que un acontecimiento, incluso aunque sea breve, aunque sea instantáneo, continúa. Además, buscan lo espectacular, mientras que el acontecimiento es inseparable de los tiempos muertos. No es que haya tiempos muertos antes y después del acontecimiento, sino que el tiempo muerto está en el acontecimiento: por ejemplo, el instante del accidente más brutal se confunde con la inmensidad de un tiempo vacío en el que se asiste a su acaecer como espectador de lo que aún no ha ocurrido, en un “suspense” muy dilatado. El acontecimiento más común nos convierte en videntes, mientras que los media nos transforman en miradas pasivas, a lo peor en mirones. Groethuyssen decía que todo acontecimiento tiene lugar, por decirlo así, en un tiempo en el que nada pasa. No percibimos la larguísima espera que está presente en el acontecimiento más inesperado. No son los media, sino el arte quien puede alcanzar el acontecimiento: así lo hace el cine, por ejemplo Ozu o Antonioni. Precisamente en estos casos, el tiempo muerto no está entre dos acontecimientos, está en el acontecimiento mismo, constituye su espesor. Es cierto que he escrito mucho sobre esta noción de acontecimiento: no creo en las cosas. El Pliegue recupera este mismo tema en otros aspectos. Mi frase preferida del libro es: “Esta noche hay concierto”. En Leibniz o en Whitehead todo es acontecimiento. Lo que Leibniz llama predicado no es para nada un atributo, es un acontecimiento, “cruzar el Rubicón”. Por eso, tanto el uno como el otro se ven forzados a modificar completamente la noción de sujeto: ¿en qué se convierte un sujeto cuando sus predicados son acontecimientos?

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